sábado, 25 de junio de 2016

Leros-Kalymnos XI

No sé cuánto tiempo pasamos así hasta que una ola más fuerte que las demás nos mojó hasta las rodillas. Fue una buena excusa para desperezarnos. Había que volver a nadar hasta otra playa de la que sí se pudiese salir a pie, seguramente aquella donde Pavel me había dicho que iba a hacer noche. Sin embargo, sus palabras después del descanso no fueron en esa línea:

—Creo que me voy a quedar a dormir aquí.

—¿¿Qué??

—Sí, porque tal y como está la mar creo que será mejor no salir con la canoa hasta mañana.

—Ah... pues... entonces yo también...

—Ah, ¿¿tú también te quedas?? —preguntó como sorprendido.

—Hombre... ¿cómo me voy a ir si no? —No sabía si me estaba tomando el pelo o realmente creía que podría cargar con la mochila sobre la cabeza por el agua.

—Por ahí —contestó señalando al fondo de la cala.

Me puse las gafas para observar mejor las enormes rocas allí agolpadas, porque al llegar no me había parecido para nada que por aquella zona se pudiese pasar. La inspección no dio resultados distintos. No veía cómo escapar por allí. Pavel en cambio me lo presentaba facilísmo.

—Sí, subes por aquí, luego pasas ahí, y luego ya sigues.

—Imposible. —No lo decía en el sentido de que fuese una gesta inhumana. Posiblemente, un escalador experto sería capaz de subir por aquella pared sin dificultad. Lo que yo quería decir es que era imposible que yo, sin conocimientos ni experiencia ni material de escalada, lo intentase si no era a punta de pistola. Porque encima solamente veíamos el tramo inferior. Incluso subí por el lateral contrario hasta bastante altura. Aquello permitía salvar las rocas de abajo, pero la ruta que seguía parecía apta solo para cabras. No. Nadar entre islas puede ser una locura; meterme por aquellas rocas era una temeridad.

Escalador en la costa noroeste de Kalymnos


—Ya te había avisado de que Kalymnos era una isla para escaladores.

—Ya, hombre, pero nadando he visto laderas por las que se podía subir sin cuerdas y arneses.

—Bueno, si no también puedes subir por allí.

Señaló hacia la pared occidental de la ensenada. Mientras que la oriental era completamente vertical, la que él me indicaba tenía una pendiente de unos 45º y por la parte más alejada de nosotros  aparentemente permitía llegar hasta donde pasaban los postes de la luz. Aquello era otra cosa. Solo faltaba llegar hasta aquel extremo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para evitar el spam, los comentarios deben ser aprobados antes de publicarse.